La fortuna de Diego
Esta es la historia de un hombre que saltó victorioso del lomo de un toro en un rodeo hace 40 años y atrapó a Bertha, la mujer con la cual lleva 40 años de matrimonio y formó dos familias que son su orgullo: una compuesta por dos hijos varones, dos hembras y varios nietos, y la otra que inició cuatro años antes, como criador de ganado fino racial con cuyos ejemplares ha conquistado decenas de premios en las ferias agropecuarias.
Eran poco más de las siete de la mañana cuando arribamos a la Cuadra Los Molinos, en La Pedrera. El sol acariciaba la piel de Diego Viera Hernández en el potrero, un ganadero que no se deja sorprender por los claros del día en la cama. Ya había transitado los seis kilómetros que separan su vivienda de mampostería y placa allá en Caracusey, de la nave de madera y tejas francesas, donde ha permanecido los últimos 26 años domesticando ejemplares seleccionados de ganado Cebú Blanco y Bermejo, que lleva a competir en las ferias agropecuarias.
La visita estaba anunciada y Diego inició la recogida de los animales que llevó a la Feria Nacional del Cebú Cubano, recién clausurada en Sancti Spíritus el pasado mes de julio, junto con los festejos del Santiago Espirituano.
El arte de domesticar requiere paciencia, amor y pasión
¡Ven acá Margarita. Mariela. Entra Yamiléee! Increíblemente los animales al escuchar sus nombres se desplazan ordenadamente y cada uno ocupa el cubículo previamente asignado por Diego. Señala con el dedo índice a una hermosa novilla y anuncia a manera de presentación: Yamilé es la única hija que tiene Caramelo, el Gran Campeón de la Feria Internacional de Rancho Boyeros en el 2005
Caramelo –dijo con la mano puesta en el dorso lomo del bello ejemplar- es un toro Cebú Bermejo de cuatro años y medio de edad, evaluado como el mejor ejemplar de su raza en el país.
El diálogo se inicia espontáneamente, antes del apretón de manos con el experimentado ganadero. Con rítmicos movimientos le coloca la jáquima a cada bovino, que ocupa su puesto al entrar en la cuadra. Acto seguido le suministra una ración de heno a los comederos y finalmente se dispone para el diálogo.
Rosita, aquella que ve allí, es hermana de Caramelo, de padre y madre. Tiene dos años de edad. Aquel añojo, nombrado Escambray, y Taimí, la vaca que le sigue, son medio hermanos de Caramelo por parte de padre. Los nombres se entrecruzan entre la familia real y la familia virtual (bovina), por el apego de Diego a los animales que domestica. Taimí es también la única de mis hijos que aprendió mi oficio, pero ahora es ama de casa y se dedica a criar mi nieto.
Hay que vivir enamorado pa’ esto porque este trabajo lleva mucha pasión. El manejo de los animales es de vital importancia. Ellos compiten en las ferias a partir de los nueve meses de edad y yo comienzo el entrenamiento seis meses antes. Siempre llevo diez ejemplares a cada certamen, para competir en todas las categorías, y nunca he regresado sin premios.
La cuadra Los Molinos es de madera labrada y rolliza, y teja francesa. El huracán Denny le arrancó casi todo el techo, pero enseguida lo restauramos. Aquí he pasado los últimos 26 años de mi vida, expresa y señala que su empresa, la Pecuaria Alberto Delgado con sede en San Pedro, cuenta con siete patios (unidades) de ganado fino racial.
Yo empecé en estos trajines con el ganado fino a los 14 años, con el (Chino) Heddy González de Chambas, en la antigua provincia de Camagüey.
Después vine para Caracusey con mi padre, que tenía una finca muy cerca del poblado, en un lugar llamado Guáimaro. De ahí me viene la pasión por el ganado, mi única profesión, oficio al que he dedicado toda mi vida.
Me pasé 30 años montando toros salvajes y no era mal jinete, aunque a cualquiera lo tumba un toro. Pero el día que conocí a Berta, en un rodeo en Palmarito, me lucí porque hasta me lancé de una forma elegante al suelo, después que el árbitro bajó la banderita en señal de que yo era buen jinete y ahí mismo le volé arriba a la guajirita y me le declaré. De eso hace 40 años y ella me dio dos hijas hembras, dos varones y tenemos hoy varios nietos. ¡Qué más puede pedir!
Diego es un ganadero conocido y respetado en toda Cuba. En su casa de Caracusey guarda cajas llenas de premios obtenidos en todas las ferias del país, desde la Internacional de Rancho Boyeros, la de Manicaragua y Sancti Spíritus, entre otras. Este hombre, sencillo y modesto, tiene mucho que enseñar de cómo deben tratarse los animales. Es un gran amigo, un excelente trabajador.
Al animal no se le puede dar golpes. Te coge odio. Cuando traje a Escambray para la cuadra, con tres meses de edad, para iniciar el entrenamiento, era una fiera. Con mil trabajos le coloqué el bozal y empecé a pasarle la mano y acariciarlo y usted lo vio en la Feria de Sancti Spíritus, más dosil no lo quiero.
Cientos de premios avalan a Diego como un ganadero imprescindible
Los trofeos en sus manos hablan por sí solos. En la reciente Feria Nacional del Cebú Cubano de Sancti Spíritus arrasó: Azulejo, Reservado Campeón en la categoría de toro; Mariela, Segundo Lugar, novilla; Palomo, añojo, Primer Lugar; Margarita, añoja, Primer Lugar y Reservada Campeona, y Zulema, añoja, Segundo Lugar.
Y para no salir del asombro, Diego nos reservó para el final una nueva sorpresa. A un costado de la cuadra su yegua Paloma, hija del caballo que le regalaron a Fidel en España, su reliquia más preciada.
Un comercial a manera de epílogo: Los Molinos está a escasos 20 metros de la Carretera que conduce de Sancti Spíritus a Trinidad, justo a la derecha un kilómetro después de La Hermita. Allí tiene Diego su otra fortuna, un rebaño de ejemplares Cebú Blanco y Cebú Bermejo que parecen haber salido del pincel de Leonardo De Vinci.
Caramelo, ejemplar Cebú Bermejo, Gran Campeón de la Feria Internacional de Rancho Boyeros 2005. Delante, Yamilé, su única hija.
Con su yegua Paloma, Diego, el mejor cuadrero de ganado fino en ese certamen internacional y en la Feria Nacional del Cebú Cubano, Sancti Spíritus 2006.
Eran poco más de las siete de la mañana cuando arribamos a la Cuadra Los Molinos, en La Pedrera. El sol acariciaba la piel de Diego Viera Hernández en el potrero, un ganadero que no se deja sorprender por los claros del día en la cama. Ya había transitado los seis kilómetros que separan su vivienda de mampostería y placa allá en Caracusey, de la nave de madera y tejas francesas, donde ha permanecido los últimos 26 años domesticando ejemplares seleccionados de ganado Cebú Blanco y Bermejo, que lleva a competir en las ferias agropecuarias.
La visita estaba anunciada y Diego inició la recogida de los animales que llevó a la Feria Nacional del Cebú Cubano, recién clausurada en Sancti Spíritus el pasado mes de julio, junto con los festejos del Santiago Espirituano.
El arte de domesticar requiere paciencia, amor y pasión
¡Ven acá Margarita. Mariela. Entra Yamiléee! Increíblemente los animales al escuchar sus nombres se desplazan ordenadamente y cada uno ocupa el cubículo previamente asignado por Diego. Señala con el dedo índice a una hermosa novilla y anuncia a manera de presentación: Yamilé es la única hija que tiene Caramelo, el Gran Campeón de la Feria Internacional de Rancho Boyeros en el 2005
Caramelo –dijo con la mano puesta en el dorso lomo del bello ejemplar- es un toro Cebú Bermejo de cuatro años y medio de edad, evaluado como el mejor ejemplar de su raza en el país.
El diálogo se inicia espontáneamente, antes del apretón de manos con el experimentado ganadero. Con rítmicos movimientos le coloca la jáquima a cada bovino, que ocupa su puesto al entrar en la cuadra. Acto seguido le suministra una ración de heno a los comederos y finalmente se dispone para el diálogo.
Rosita, aquella que ve allí, es hermana de Caramelo, de padre y madre. Tiene dos años de edad. Aquel añojo, nombrado Escambray, y Taimí, la vaca que le sigue, son medio hermanos de Caramelo por parte de padre. Los nombres se entrecruzan entre la familia real y la familia virtual (bovina), por el apego de Diego a los animales que domestica. Taimí es también la única de mis hijos que aprendió mi oficio, pero ahora es ama de casa y se dedica a criar mi nieto.
Hay que vivir enamorado pa’ esto porque este trabajo lleva mucha pasión. El manejo de los animales es de vital importancia. Ellos compiten en las ferias a partir de los nueve meses de edad y yo comienzo el entrenamiento seis meses antes. Siempre llevo diez ejemplares a cada certamen, para competir en todas las categorías, y nunca he regresado sin premios.
La cuadra Los Molinos es de madera labrada y rolliza, y teja francesa. El huracán Denny le arrancó casi todo el techo, pero enseguida lo restauramos. Aquí he pasado los últimos 26 años de mi vida, expresa y señala que su empresa, la Pecuaria Alberto Delgado con sede en San Pedro, cuenta con siete patios (unidades) de ganado fino racial.
Yo empecé en estos trajines con el ganado fino a los 14 años, con el (Chino) Heddy González de Chambas, en la antigua provincia de Camagüey.
Después vine para Caracusey con mi padre, que tenía una finca muy cerca del poblado, en un lugar llamado Guáimaro. De ahí me viene la pasión por el ganado, mi única profesión, oficio al que he dedicado toda mi vida.
Me pasé 30 años montando toros salvajes y no era mal jinete, aunque a cualquiera lo tumba un toro. Pero el día que conocí a Berta, en un rodeo en Palmarito, me lucí porque hasta me lancé de una forma elegante al suelo, después que el árbitro bajó la banderita en señal de que yo era buen jinete y ahí mismo le volé arriba a la guajirita y me le declaré. De eso hace 40 años y ella me dio dos hijas hembras, dos varones y tenemos hoy varios nietos. ¡Qué más puede pedir!
Diego es un ganadero conocido y respetado en toda Cuba. En su casa de Caracusey guarda cajas llenas de premios obtenidos en todas las ferias del país, desde la Internacional de Rancho Boyeros, la de Manicaragua y Sancti Spíritus, entre otras. Este hombre, sencillo y modesto, tiene mucho que enseñar de cómo deben tratarse los animales. Es un gran amigo, un excelente trabajador.
Al animal no se le puede dar golpes. Te coge odio. Cuando traje a Escambray para la cuadra, con tres meses de edad, para iniciar el entrenamiento, era una fiera. Con mil trabajos le coloqué el bozal y empecé a pasarle la mano y acariciarlo y usted lo vio en la Feria de Sancti Spíritus, más dosil no lo quiero.
Cientos de premios avalan a Diego como un ganadero imprescindible
Los trofeos en sus manos hablan por sí solos. En la reciente Feria Nacional del Cebú Cubano de Sancti Spíritus arrasó: Azulejo, Reservado Campeón en la categoría de toro; Mariela, Segundo Lugar, novilla; Palomo, añojo, Primer Lugar; Margarita, añoja, Primer Lugar y Reservada Campeona, y Zulema, añoja, Segundo Lugar.
Y para no salir del asombro, Diego nos reservó para el final una nueva sorpresa. A un costado de la cuadra su yegua Paloma, hija del caballo que le regalaron a Fidel en España, su reliquia más preciada.
Un comercial a manera de epílogo: Los Molinos está a escasos 20 metros de la Carretera que conduce de Sancti Spíritus a Trinidad, justo a la derecha un kilómetro después de La Hermita. Allí tiene Diego su otra fortuna, un rebaño de ejemplares Cebú Blanco y Cebú Bermejo que parecen haber salido del pincel de Leonardo De Vinci.
Caramelo, ejemplar Cebú Bermejo, Gran Campeón de la Feria Internacional de Rancho Boyeros 2005. Delante, Yamilé, su única hija.
Con su yegua Paloma, Diego, el mejor cuadrero de ganado fino en ese certamen internacional y en la Feria Nacional del Cebú Cubano, Sancti Spíritus 2006.
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Pedrín -